chuchería

Mi mamá es un caso especial de la chuchería, digamos que no practica el arte de desprenderse. Guarda todas las cosas porque según ella a futuro las puede necesitar y aunque ese futuro nunca llega la casa se llena de cosas inservibles. ¿Quién necesita 20 vasitos de salsa del Pollo Loco? Nada más ella. Mi lucha por tirarle cosas ha llegado a niveles en los que enojada se retira de donde yo esté diciendo entre dientes, y por lo bajo, que me parezco a mi papá mientras yo le respondo con una carcajada. No sé por qué espera que eso sea doloroso. Entre las cosas que apasiona coleccionar están las imágenes religiosas. Tenemos imágenes de Jesús repetidas que – esas sí- no se pueden tirar ni de chiste porque es un pecado y puede que nos caiga una maldición.

Cuando era niña veía el cuadro de las huellas que está colgado en la habitación de la planta baja. Es un poema en donde habla de cómo Jesús acompañó a un personaje en sus momentos dolorosos a la orilla del mar y que cuando sólo quedaban dos huellas era porque Jesús lo cargaba en brazos. Eso me impresionó, de adolescente me burlaba pero ya de adulta ese poema me pone a filosofar en torno a la existencia humana, y lo reconfortante que resulta leerlo. Las olas inmensas se han ido, puedo decir que la tormenta se parece más a un chubasco de verano, pero la marea sigue alta, y yo en esos momentos sólo pienso en desahogarme.

Después de todo las cosas (todas) no dependen ni dependerán de mi.