Este blog llega a su fin. Y Gracias a todos los que alguna vez formaron parte, leyéndome y dejándome un comentario. Fue padre, la verdad, sí :)
she is on fire
“Eres una asalta cunas” me dijo una amiga, su sinceridad me hace temblar. ¿Qué hacer? Pues con irremediable bochorno aceptarlo como quien acepta un siete marcado en rojo. Tengo un no sé qué con chavitas. Algo que incluso en una ocasión hasta surcaba lo ilegal. Es que hay unas que, bueno, no sé si sea que están en un nivel más avanzado a la noñez de su grupo, o yo mentalmente soy (aún) una adolescente. Lo había tomado con resignación desde hace mucho porque en mujeres siempre tiendo a mirar a las que vienen abajo, las mayores no me atraen mucho, al menos las que he conocido.
Pero la vida es una broma, y algunas veces da sorpresas. Lastima que en mi caso sea muy pocas veces. Estoy trabajando en un evento cultural. Como es normal en esos casos soy la asistente de la asistente de la asistente, en el tejido de una bola de voluntarios que no hacemos más que seguir órdenes dentro de un organigrama en desorden. Alguien a quien llamaré Marú me ordena a mi. Y Marú tiene la gracia y el trato de una maestra de matemáticas a primera hora de la mañana. Marú es así como un dedazo, no tiene ni puta idea de lo que hace, para todo consulta su nextel pero me ordena. Ley de la Selva. Ayer me tocó un evento. En el evento decía DJ y fui sin muchas ganas pero intrigada. Y por obligación, claro.
Cual fue mi sorpresa que la DJ era una chica de 32 años muy guapa y fashionista. Con unas botas que te mueres. Y aunque el ingeniero de sonido fue el que le ayudó a montar la tornamesa, mi función radicó en admirarla a un lado del escenario casi con la boca abierta. ¡Qué oso, ya sé! Antes de su presentación me acerqué con curiosidad para ver la tornamesa – porque yo quiero una, y quiero aprender a hacer mezclas- y bien buena onda, como con pena, me explicó un poco cómo hacer mezclas mientras yo le decía que me gusta el house. Fue un momento increíblemente sexy, no me juzguen. Y la fiesta comenzó… y yo me hice pendeja viéndola desde un extremo mientras esuchaba sus bites y movía la pierna derecha. Sus mezclas era buenas, había unas canciones muy bien hechas; ella lo disfrutaba tanto, yo también, ella y yo, los demás inexistentes, todo confabulaba de maravilla, noches como esa pocas pero…
Me desconcentraba el hecho de que una de las asistentes, una chava fresa, no dejaba de jugar con su puto celular durante toda la hora y media que mi princesa mezclaba. Y aunque la concurrencia estaba muy ahuevada, la fresa si rompía con el feeling. (Y con mi feeling). Me daban ganas de ir y quitarle el aparato, patearlo en el piso hasta pulverizarlo (jaja, no sin antes torcerme el tobillo, ya sé) y pedirle que se largara (después de haberle dado una cachetada salvaje). Pero me aguanté haciendo uso de mi educación y mejor desvié la mirada a la DJ que a su vez no quitaba la mirada de su tornamesa como queriendo esconderse de la gente. Al terminar, el ingeniero desmontó el cableado mientras yo la ayudé con su maleta de Viniles hasta la salida. Sentí que llevaba el mundo en mis brazos. Y le pedí su correo. Escribo todo esto no nada más con el afán de subrayar que ya se rompió mi sentencia de-asalta-cunas, sino para reiterar la importancia de que si vas a un evento, pues mínimo respeta, pon atención, escucha, o sino evítate todo el show y no vayas.
Lisztomania fue su mejor rola, la gran aportación. ¿Será porque esa canción me prende?
Pero la vida es una broma, y algunas veces da sorpresas. Lastima que en mi caso sea muy pocas veces. Estoy trabajando en un evento cultural. Como es normal en esos casos soy la asistente de la asistente de la asistente, en el tejido de una bola de voluntarios que no hacemos más que seguir órdenes dentro de un organigrama en desorden. Alguien a quien llamaré Marú me ordena a mi. Y Marú tiene la gracia y el trato de una maestra de matemáticas a primera hora de la mañana. Marú es así como un dedazo, no tiene ni puta idea de lo que hace, para todo consulta su nextel pero me ordena. Ley de la Selva. Ayer me tocó un evento. En el evento decía DJ y fui sin muchas ganas pero intrigada. Y por obligación, claro.
Cual fue mi sorpresa que la DJ era una chica de 32 años muy guapa y fashionista. Con unas botas que te mueres. Y aunque el ingeniero de sonido fue el que le ayudó a montar la tornamesa, mi función radicó en admirarla a un lado del escenario casi con la boca abierta. ¡Qué oso, ya sé! Antes de su presentación me acerqué con curiosidad para ver la tornamesa – porque yo quiero una, y quiero aprender a hacer mezclas- y bien buena onda, como con pena, me explicó un poco cómo hacer mezclas mientras yo le decía que me gusta el house. Fue un momento increíblemente sexy, no me juzguen. Y la fiesta comenzó… y yo me hice pendeja viéndola desde un extremo mientras esuchaba sus bites y movía la pierna derecha. Sus mezclas era buenas, había unas canciones muy bien hechas; ella lo disfrutaba tanto, yo también, ella y yo, los demás inexistentes, todo confabulaba de maravilla, noches como esa pocas pero…
Me desconcentraba el hecho de que una de las asistentes, una chava fresa, no dejaba de jugar con su puto celular durante toda la hora y media que mi princesa mezclaba. Y aunque la concurrencia estaba muy ahuevada, la fresa si rompía con el feeling. (Y con mi feeling). Me daban ganas de ir y quitarle el aparato, patearlo en el piso hasta pulverizarlo (jaja, no sin antes torcerme el tobillo, ya sé) y pedirle que se largara (después de haberle dado una cachetada salvaje). Pero me aguanté haciendo uso de mi educación y mejor desvié la mirada a la DJ que a su vez no quitaba la mirada de su tornamesa como queriendo esconderse de la gente. Al terminar, el ingeniero desmontó el cableado mientras yo la ayudé con su maleta de Viniles hasta la salida. Sentí que llevaba el mundo en mis brazos. Y le pedí su correo. Escribo todo esto no nada más con el afán de subrayar que ya se rompió mi sentencia de-asalta-cunas, sino para reiterar la importancia de que si vas a un evento, pues mínimo respeta, pon atención, escucha, o sino evítate todo el show y no vayas.
Lisztomania fue su mejor rola, la gran aportación. ¿Será porque esa canción me prende?
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baby
ya no veas pyschic kids*
Febrero loco y marzo otro poco. Ayer en la noche hacía un calor de aquellos, hoy en la mañana hace frío. ¿Qué chingados? Pero a pesar de eso la primavera me empieza a gustar. Las cosas se están acomodando poco a poco y lo novedoso pinta. Traigo bites electrónicos por todo el cuerpo y aunque tengo que ser más paciente, siento la adrenalina que a veces no me deja. (Pero no puedo ser paciente, eso sí es mucho pedir).
I. y yo buscamos un departamento. No hay muchas opciones, y no precisamente accesibles al estándar económico que quisiéramos pero sabemos que buscándole, y buscándole, y buscándole puede suceder más fácilmente. A. nos dijo –muy en su argot espiritual que yo también manejo- que tuviéramos una idea muy definida de lo que queremos. Mientras más definida mejor,- según ella- pero, siendo honesta, eso a veces me lo paso por el arco y sigo empeñada en ver el factor económico a todo. Y no es nada más un cliché norteño.
El lunes I. me habló por teléfono, emocionada por el morbo, preguntándome si un cementerio era ‘mala vibra’ ya que había un departamento por ahí 'y chido por ser cerca del cementerio'. No sé si sea mala vibra, en el sentido de que los muertos asusten y hagan cosas (como dar portazos, quebrar espejos y así) pero a nivel energía sí influye. “No le tengo miedo a los muertos”- me dijo, como adrede. Ok, yo medio sí, el miedo me persigue en todo, pero a nivel energía lo más seguro es que se bajonee uno más seguido, y no se duerma bien cerca de un lugar tan atascado de vibra muerta. Las fanfarrias para su contestación: “Ya no veas pyschic kids" -risas-. Solté la carcajada también.
Sólo lo he visto dos veces, y no sé qué me causa más espasmo, si los adolescentes emos que salen narrando su terrible secreto: “Veo-siento-oigo- gente muerta” (seguido de unos tremendos close ups tipo Bruja Blair, cuando los encierran a oscuras a casas embrujadas) o el doblaje que en vez de asustar divierte. “Oh, Dios” es la expresión favorita.
I. y yo buscamos un departamento. No hay muchas opciones, y no precisamente accesibles al estándar económico que quisiéramos pero sabemos que buscándole, y buscándole, y buscándole puede suceder más fácilmente. A. nos dijo –muy en su argot espiritual que yo también manejo- que tuviéramos una idea muy definida de lo que queremos. Mientras más definida mejor,- según ella- pero, siendo honesta, eso a veces me lo paso por el arco y sigo empeñada en ver el factor económico a todo. Y no es nada más un cliché norteño.
El lunes I. me habló por teléfono, emocionada por el morbo, preguntándome si un cementerio era ‘mala vibra’ ya que había un departamento por ahí 'y chido por ser cerca del cementerio'. No sé si sea mala vibra, en el sentido de que los muertos asusten y hagan cosas (como dar portazos, quebrar espejos y así) pero a nivel energía sí influye. “No le tengo miedo a los muertos”- me dijo, como adrede. Ok, yo medio sí, el miedo me persigue en todo, pero a nivel energía lo más seguro es que se bajonee uno más seguido, y no se duerma bien cerca de un lugar tan atascado de vibra muerta. Las fanfarrias para su contestación: “Ya no veas pyschic kids" -risas-. Solté la carcajada también.
Sólo lo he visto dos veces, y no sé qué me causa más espasmo, si los adolescentes emos que salen narrando su terrible secreto: “Veo-siento-oigo- gente muerta” (seguido de unos tremendos close ups tipo Bruja Blair, cuando los encierran a oscuras a casas embrujadas) o el doblaje que en vez de asustar divierte. “Oh, Dios” es la expresión favorita.
Me emociona todo esto, pero lleva tiempo y soy muy impaciente.
* Nah, los temas embrujosos son buenos.
* Nah, los temas embrujosos son buenos.
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