somethig about Lucy
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La vi en Cinépolis la semana pasada. Yo estaba en la fila de las crepas mientras que ella estaba frente a la cartelera buscando una opción para ver. La perra de Lucy luce muchísimos años más vieja de lo que es. Su cabellera blanca, china y esponjada pasaba desapercibida pero sus ojos no, sus ojos los reconozco a kilómetros de distancia, verdes, mirada de loca . Lucy fue mi maestra en tercero de primaria, (tercero B para ser exacta) y estaba loca. En otro blog ya había escrito al respecto porque la ironía de la vida me la ha presentado de vuelta en algunas ocasiones más.
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Quizá a le gustaría probarme en generosidad y perdón pero aun no tengo una espiritualidad tan fuerte como para agarrarla a besos, ni siquiera le daría una sonrisa. Menos a Lucy que fue toda una perra. Gozaba, en todo el sentido de la palabra, pasar al pizarron a niños nervosos e incapaces, tal vez porque ellos se tardaban más y le robaban tiempo laboral, quizá le parecía divertido quedarse de pie al fondo viendo como aquellas víctimas volteaban nerviosas a verle la cara cuando el problema no estaba siendo resuelto con éxito, tratando de entablar diálogo con algún compañero en busca de ayuda.
A mi me pasaba al frente en resta y división, mis dos talones de Aquiles. Las restas me revolvían la cabeza, me estresaban, ¿para qué quería yo restar? Desde niña he sabido que las sumas son más jugosas e interesantes. ¿Para qué queria dividir? Siempre he sido independiente y solitaria. Las divisiones de dos dígitos me torturaban, llegue a odiar números tan indefensos como el 12 o 32 entonces Lucy gritaba, nos exponía, y nos amenazaba con hincarnos sobre corcholatas (con las puntas hacia arriba) si no nos volvíamos el 3°B brillante que ella soñaba. Sé que gran parte de mi incapacidad para los números posiblemente se gestó con la ayuda de Lucy, los números me alteran, me incomodan, me paralizan. Hasta la fecha en mi casa hacen bromas poniendo a Lucy como ejemplo de lo mal que estaba el magisterio en escuelas públicas (argumentando que por eso son mejores las instituciones privadas como si ahí no hubiera Lucys) después de que hace años les confesé mi conflicto estudiantil. “Me hubieras dicho para ir a pelearme con la vieja, ir a gritarle” me dijo mi madre, indignada, cuando le conté de las cosas que Lucy me decía, bueno, nos decía, porque víctimas fuimos varias. Lucy estaba loca, media escuela lo sabía pero no la quisieron correr, no sé. No es que odie a Lucy, ahora se ve tan mal, se ve enferma, ida, que algo le pasa y aunque ya soy mayor, verla es una emoción extraña, algo (o alguien) dentro de mi aún le teme.
A mi me pasaba al frente en resta y división, mis dos talones de Aquiles. Las restas me revolvían la cabeza, me estresaban, ¿para qué quería yo restar? Desde niña he sabido que las sumas son más jugosas e interesantes. ¿Para qué queria dividir? Siempre he sido independiente y solitaria. Las divisiones de dos dígitos me torturaban, llegue a odiar números tan indefensos como el 12 o 32 entonces Lucy gritaba, nos exponía, y nos amenazaba con hincarnos sobre corcholatas (con las puntas hacia arriba) si no nos volvíamos el 3°B brillante que ella soñaba. Sé que gran parte de mi incapacidad para los números posiblemente se gestó con la ayuda de Lucy, los números me alteran, me incomodan, me paralizan. Hasta la fecha en mi casa hacen bromas poniendo a Lucy como ejemplo de lo mal que estaba el magisterio en escuelas públicas (argumentando que por eso son mejores las instituciones privadas como si ahí no hubiera Lucys) después de que hace años les confesé mi conflicto estudiantil. “Me hubieras dicho para ir a pelearme con la vieja, ir a gritarle” me dijo mi madre, indignada, cuando le conté de las cosas que Lucy me decía, bueno, nos decía, porque víctimas fuimos varias. Lucy estaba loca, media escuela lo sabía pero no la quisieron correr, no sé. No es que odie a Lucy, ahora se ve tan mal, se ve enferma, ida, que algo le pasa y aunque ya soy mayor, verla es una emoción extraña, algo (o alguien) dentro de mi aún le teme.
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Siempre que me la encuentro ella me reconoce, ese día traté de mantenerle la mirada, haciéndole ver que la recuerdo y que es una perra, pero Lucy me responde cínica; dentro de su locura aún mira a los ojos sin pena, quizá con el mismo odio que sentía en su amarga juventud. Lucy desafiante, Lucy terrorífica, Lucy me ha provocado ya dos post.