Hace días platiqué con una amiga vía msn a quien tengo mucho de no saludar. Es un personaje singular. Sólo nos hemos vistos cuatro veces, casi nunca escribe un mail, es muy raro verla conectada, no me quiso dar el teléfono de su casa, sólo tengo un número celular que nunca contesta y no tiene absoluto interés en las redes sociales. Blog, Flog, Flirck, Myspace, Hi5, Facebook y Twitter son temas inexistentes para ella. “Llámame como quieras pero yo he tenido todo eso”, le dije. “Ahora nada más tengo blogs, Facebook y Twitter, y francamente me quedo con los blogs, me gustan más”. “No me parecen interesantes, es tonto, prefiero tomarme una cerveza con mis amigos en el Iguana que dejarles mensajitos o andarlos siguiendo en Internet, pero los mails tuyos me gustan” me dijo.
Y me quedé pensando en mi viejo placer espistolar antes de la moda de las redes sociales que cada vez (por irónico que parezca) nos cortan más la comunicación. Twitter con sus caracteres medidos, facebook con sus recursos visuales y los blogs que poco a poco se vuelven una cosa del pasado, interés sólo de los que como yo tenemos ansiedad por seguir redactando cosas que nada más al autor interesan. Recordé mis muy buenos tiempos de las relaciones epistolares donde para conocer tenías que intercambiar un minímo de cinco mails con otra persona. Extraño mucho eso. Abrir emocionada la cuenta de correo esperando la contestación, leer lo que me decía, su vida, sus contestaciones a lo mío, fomentar mi verborrea escribiendo párrafos y párrafos hasta que se nos acabaran las ganas. Es que yo en esas cosas no podía parar, me llegué a mandar mails de 28 páginas con otra enferma de la palabra que me llegó a enviar 40 páginas, ese día me sentí drogada nadie había llegado tan lejos. Quizá era el ocio del verano, pero era divertido. De hecho mis relaciones epistolares siempre fueron en verano, cuando estaba libre de la escuela, pasaba a veces noches enteras hasta las seis de la mañana escribiéndole a equis persona.
Las relaciones epistolares eran terapéuticas, quizá por eso son recomendadas, no sé. Después llegaron los blogs y se acabaron las “cartas” ahora las hacía post pero, nah, sigue sin ser la misma emoción, y de hecho mis cuentas de mail son lo más abandonado de la Internet. Ocasionalmente me escriben hombres, casi siempre una vez al mes, pero sus palabras son breves y muy poco expresivos, más en onda de coqueteo que otra cosa. Es rarísimo que me escriba una mujer ¿por qué será? Y como ya no le escribo a nadie las cuentas son ahora un basurero de mails cadena. Lo peor es que sé que eso no volverá, que no habrá más relaciones epistolares porque las redes sociales cada vez son más atractivas, después de Twitter seguirá otra cosa, al igual que Facebook, porque como ya son un negocio de la telefonía celular seguirán saliendo cosas del tipo. Pareciera que ahora lo importante, la moda, es hacer algo, que sea nada, pero hacerlo fácil desde cualquier lugar y en poco tiempo. Si no pregunten a Tumblr, el nuevo bebé, que aún pocos conocen y que no tardarán en cotizarse millonariamente. Tengo todo eso porque es moda, porque es entretenimiento y porque… no sé ni por qué creo que me dejé llevar, -mientras suspiro por la nostalgia de las relaciones epistolares nada, nada, se compara-. Puede que un día deje de seguir a los demás, me aburra, y diga segura como mi amiga: No, yo no tengo nada de esas cosas, pero tengo mail por si escribes. ...[y ponga carita de perra cariñosa]
Y me quedé pensando en mi viejo placer espistolar antes de la moda de las redes sociales que cada vez (por irónico que parezca) nos cortan más la comunicación. Twitter con sus caracteres medidos, facebook con sus recursos visuales y los blogs que poco a poco se vuelven una cosa del pasado, interés sólo de los que como yo tenemos ansiedad por seguir redactando cosas que nada más al autor interesan. Recordé mis muy buenos tiempos de las relaciones epistolares donde para conocer tenías que intercambiar un minímo de cinco mails con otra persona. Extraño mucho eso. Abrir emocionada la cuenta de correo esperando la contestación, leer lo que me decía, su vida, sus contestaciones a lo mío, fomentar mi verborrea escribiendo párrafos y párrafos hasta que se nos acabaran las ganas. Es que yo en esas cosas no podía parar, me llegué a mandar mails de 28 páginas con otra enferma de la palabra que me llegó a enviar 40 páginas, ese día me sentí drogada nadie había llegado tan lejos. Quizá era el ocio del verano, pero era divertido. De hecho mis relaciones epistolares siempre fueron en verano, cuando estaba libre de la escuela, pasaba a veces noches enteras hasta las seis de la mañana escribiéndole a equis persona.
Las relaciones epistolares eran terapéuticas, quizá por eso son recomendadas, no sé. Después llegaron los blogs y se acabaron las “cartas” ahora las hacía post pero, nah, sigue sin ser la misma emoción, y de hecho mis cuentas de mail son lo más abandonado de la Internet. Ocasionalmente me escriben hombres, casi siempre una vez al mes, pero sus palabras son breves y muy poco expresivos, más en onda de coqueteo que otra cosa. Es rarísimo que me escriba una mujer ¿por qué será? Y como ya no le escribo a nadie las cuentas son ahora un basurero de mails cadena. Lo peor es que sé que eso no volverá, que no habrá más relaciones epistolares porque las redes sociales cada vez son más atractivas, después de Twitter seguirá otra cosa, al igual que Facebook, porque como ya son un negocio de la telefonía celular seguirán saliendo cosas del tipo. Pareciera que ahora lo importante, la moda, es hacer algo, que sea nada, pero hacerlo fácil desde cualquier lugar y en poco tiempo. Si no pregunten a Tumblr, el nuevo bebé, que aún pocos conocen y que no tardarán en cotizarse millonariamente. Tengo todo eso porque es moda, porque es entretenimiento y porque… no sé ni por qué creo que me dejé llevar, -mientras suspiro por la nostalgia de las relaciones epistolares nada, nada, se compara-. Puede que un día deje de seguir a los demás, me aburra, y diga segura como mi amiga: No, yo no tengo nada de esas cosas, pero tengo mail por si escribes. ...[y ponga carita de perra cariñosa]