En estos últimos días he andado de un humor muy especial, en cierta forma apática y con poca disposición para cualquier cosa llegando en ocasiones a destilar un poco de amargura, aunque trato que no sea mucha porque me chocan esas personas que gustan de tirarse al suelo. Ultimamente he salido más que en todo el año, mañana me enfrentaré a los centros comerciales llenos de visitantes foráneos o familias completas caminando lentamente en los pasillos. Procuro ser escucha porque tampoco quiero integrarme a las filas de las personas que manejan siempre el mismo tema en cuanto ven la oportunidad de sacarlo a luz para ser compadecidos por los demás. He sido y suelo ser de esas, no lo negaré, pero, bah, hay que hacer lo posible por evitarlo.
Estuve platicando el otro día con Gloria, una chava con la que me dio gusto encontrar una rareza en común: el placer por el bautizo. Sí, bautizamos todos los objetos que nos gustan con nombres propios que para nosotras adquieren un carácter personal, un pedazo de nuestras vidas, hijos inanimados regados por ahí, en nuestros espacios. Su encendedor favorito se llama Jack, lo dijo muy quitada de la pena en la mesa cuando, interrumpiendo la conversación, soltó un: “¿Dónde está Jack, lo han visto?” Obviamente creímos que se trataba de una persona hasta que explicó el asunto. Me brillaron los ojos y saqué conversación. Mi Ipod se llama Capri, llevamos apenas dos años. Mi escritorio se llama Beny, mi cel se llamó Blú, mi laptop se llama Grace, y la computadora de escritorio se llamaba Delfina pero luego ya se le quedó el apodo de 'La Tortuga' que es lindo sin ser ofensivo. La guitarra se llama Sara y la cama Frannie. Sólo por decir algunos. Gloria había bautizado hasta su coche, aunque eso es un poco más común pero nos la pasamos muy bien presumiendo nuestros pupilos que nadie más en esa mesa podía entender. Siempre me había parecido que yo era la única en estos menesteres, quizá me dio más alegría saber que Gloria es escritora entonces eso justifica que compartamos esas rarezas por personificar.
Irving, Renata, Gabriel, y Ambar ya tienen nombre antes de nacer, incluso antes de quizá lleguen o no a mi vida. Mis mascotas (no me gusta la palabra, pero, bueno, no he encontrado otra para definirlas) nunca han tenido nombres ‘tradicionales’ como: Pupi, Coqui, Tato, etc. No, desde chavita ya pintaba para el amor por los nombres propios, mi primer gato se llamó Gael (cuando el actor era niño, ja!) después tuve a Carlota, después a Bernardo, pasando por Vicente, Charles – alías Charlie- Rita, Juan Carlos… bueno hasta llegar a Fany, Diego, Rebeca, Botcho, y Alfredo los actuales perros y gatos. Bueno, miento, existieron Porky y Mirruña pero ellos eran de mi mamá, así que los bautizó ella no yo, total que el caso aquí es el asunto de bautizo con nombres propios. No sé qué tan común sea, pero al menos ésta semana supe que Gloria también los usa. Ya somos dos.
Estuve platicando el otro día con Gloria, una chava con la que me dio gusto encontrar una rareza en común: el placer por el bautizo. Sí, bautizamos todos los objetos que nos gustan con nombres propios que para nosotras adquieren un carácter personal, un pedazo de nuestras vidas, hijos inanimados regados por ahí, en nuestros espacios. Su encendedor favorito se llama Jack, lo dijo muy quitada de la pena en la mesa cuando, interrumpiendo la conversación, soltó un: “¿Dónde está Jack, lo han visto?” Obviamente creímos que se trataba de una persona hasta que explicó el asunto. Me brillaron los ojos y saqué conversación. Mi Ipod se llama Capri, llevamos apenas dos años. Mi escritorio se llama Beny, mi cel se llamó Blú, mi laptop se llama Grace, y la computadora de escritorio se llamaba Delfina pero luego ya se le quedó el apodo de 'La Tortuga' que es lindo sin ser ofensivo. La guitarra se llama Sara y la cama Frannie. Sólo por decir algunos. Gloria había bautizado hasta su coche, aunque eso es un poco más común pero nos la pasamos muy bien presumiendo nuestros pupilos que nadie más en esa mesa podía entender. Siempre me había parecido que yo era la única en estos menesteres, quizá me dio más alegría saber que Gloria es escritora entonces eso justifica que compartamos esas rarezas por personificar.
Irving, Renata, Gabriel, y Ambar ya tienen nombre antes de nacer, incluso antes de quizá lleguen o no a mi vida. Mis mascotas (no me gusta la palabra, pero, bueno, no he encontrado otra para definirlas) nunca han tenido nombres ‘tradicionales’ como: Pupi, Coqui, Tato, etc. No, desde chavita ya pintaba para el amor por los nombres propios, mi primer gato se llamó Gael (cuando el actor era niño, ja!) después tuve a Carlota, después a Bernardo, pasando por Vicente, Charles – alías Charlie- Rita, Juan Carlos… bueno hasta llegar a Fany, Diego, Rebeca, Botcho, y Alfredo los actuales perros y gatos. Bueno, miento, existieron Porky y Mirruña pero ellos eran de mi mamá, así que los bautizó ella no yo, total que el caso aquí es el asunto de bautizo con nombres propios. No sé qué tan común sea, pero al menos ésta semana supe que Gloria también los usa. Ya somos dos.