El mes de marzo fue uno de los más largos aunque los días se vayan rapidísimo. Sé que se lee contradictorio pero así han sido. Por el momento mantengo dos empleos: día y noche y es muy cansado. Hago hincapié en que es por el momento porque poco les aguanto el paso, pienso poner mi renuncia sobre la mesa (literalmente) ya que me hayan pagado y la sonrisa sea súper expresiva. Mis respetos para todos aquellos que pueden con dos turnos pero yo no lo logré.

Aunque, no crean, he escuchado cada historia y conocido cada gente que uno se pone a pensar muchas cosas y valorar tantísimas. Sobre todo valorar. También ha habido momentos chuscos. En el día tengo una nueva compañera que invierte de 30 minutos a dos horas de su vida en hacernos perder el tiempo. Cuando yo quiero hablar de psicología (su rama) citando autores y terapias novedosas no sabe nada de nada, así que siempre caemos al mismo tema: “mi marido, mi bebé, que bonitas fotos de tu boda…” y una lista interminable de temas insípidos (para mí, aclaro, ya que temo que en el post antepasado pude lastimar a alguien a quien quiero y admiro mucho) así que cuando la veo llegar suspiro resignada porque la mayoría de las veces me aburre. El día mejora considerablemente cuando la pediatra cruza la puerta. Sin palabras.

En la noche uno de mis compañeros es un chavo llamado Francisco. Desde que lo vi le noté cierto sospechosísmo suponiéndolo uno de los míos. Lo único que me hacía dudar es que el bato es grupero. Nos llevamos bien, respetuosamente, un día le dije: “Francis me pasas esa comanda, porfa” y cuando me la entregó sentí una cuchillada con su forma de mirarme ja!. “Francisco” me dijo con muchos güevos. Cerca del área de botellas le aclaré que Francis es muy europeo y ya no me dijo nada. ¿Qué mierda sé yo de Europa si nunca he ido? Nada, pero el wey se lo creyó. En realidad, ji, yo lo comenté por un personaje de la serie Malcom (uno de los placeres que tanto extraño) Total, se había sentido toda humillada porque, según yo, tal vez pensó que lo comparaba con el famoso (a) Francis. Ahora cuando llego lo saludo con un apretón de manos fuerte diciéndole: “Cómo está mi hombre?” y se ríe o finge reírse.

Lo malo: suena música grupera en las bocinas. Una noche nos unió un momento sentimental –siempre lo recordaré- escuchamos en las bocinas “A mi qué me importa” de la Firma y la cantamos apachurrados (me la sé todita) no fue difícil adivinar que los dos andamos con el corazón puteado.