Este fin de semana con picos y bajadas, como han sido últimamente los meses. Definitivamente este año no es de mis favoritos, todavía quedan seis meses para pensarlo mejor pero en lo que lleva ha sido demasiado contrastante y neurótico. Lo bueno del fin de semana fue que me aventuré al pauperrimo desfile de orgullo gay de mi ciudad. Definitivamente es desangelado, pero, bueno, el esfuerzo se hace. Y es que yo me he quedado con ganas de ir a uno de los grandes, donde la gente llena las calles completas, cuadras y cuadras, muchos carros alegóricos, demasiada joteria estrafalaria y globos y globos por todos lados. Al pensar en esto mi archivo visual se remonta a fotos de Roma, San Francisco o New York.
Este año me hubiera gustado estar en Barcelona donde al parecer ondearon la bandera arcoiris en una sede del gobierno, algo así, pero supuestamente fue un mega triunfo y creo que cerró Fangoria, así o más gay? Bueno, el caso es que quiero ir a uno de muchísima gente, porque en el de aquí no es tanta y todos van arrinconados en un lado de la calle. Un travesti en zancos se cayó bien feo y el cierre fue “opacado” por la clausura de un partido político. Aquello era un ruidazo populachero y sucio, feo, aburrido, de rancho, tanto que añoré estar en otro desfile de otra ciudad, en Europa, en el DF lo que sea porque éste ya me lo sé de memoria, demasiado predecible.
Y no es que yo vaya porque sea activista y esté loca por serlo. Voy porque desde la primera vez que fuí (2005) hay una chica que me tiene obnubilada. Es un fantasma, hasta la he bautizado como La Junio. Sólo la veo ese día, sólo la veo cuando termina la marcha y todos llegan a la plaza, siempre la he visto con sus dos amigos (eso sí, se ve mamoncisíma) y creo que ella también me ha notado porque desde hace dos años me ha mirado igual. Tenía ganas de ir y olvidarme del estrés y mal rollo familiar y tenía, ciertamente, la intriga de la Junio. Entre un monton aparatoso de gente, me acomodé estratégicamente al lado de un farol, cuando en eso volteo y ¡ahí! a mi lado, ella, es increíble, lo sé (cabe resaltar que también se ha liberado porque la primera vez que nos vimos se escondía entre la gente y desde el año pasado ya hasta porta bandera gay, me siento orgullosa de ella, jaja) Me miró de reojo y me señaló con uno de sus amigos. Yo estaba distraída, construía palabras, una frase, un saludo para saber su nombre cuando en eso volteo y ¡ya no estaba! ¡Puta madre! ¿En qué momento desapareció? Juro que no sé, fue cuestión de segundos, fue nada, se teletransportó. Les digo que es un fantasma. Pero sinceramente me caga la idea de esperar hasta Junio para saber si existe o me la estoy imaginando. Sólo tengo una pista: el lugar que ha mencionado las dos últimas veces que casi casi escuché su voz.
Y no es que yo vaya porque sea activista y esté loca por serlo. Voy porque desde la primera vez que fuí (2005) hay una chica que me tiene obnubilada. Es un fantasma, hasta la he bautizado como La Junio. Sólo la veo ese día, sólo la veo cuando termina la marcha y todos llegan a la plaza, siempre la he visto con sus dos amigos (eso sí, se ve mamoncisíma) y creo que ella también me ha notado porque desde hace dos años me ha mirado igual. Tenía ganas de ir y olvidarme del estrés y mal rollo familiar y tenía, ciertamente, la intriga de la Junio. Entre un monton aparatoso de gente, me acomodé estratégicamente al lado de un farol, cuando en eso volteo y ¡ahí! a mi lado, ella, es increíble, lo sé (cabe resaltar que también se ha liberado porque la primera vez que nos vimos se escondía entre la gente y desde el año pasado ya hasta porta bandera gay, me siento orgullosa de ella, jaja) Me miró de reojo y me señaló con uno de sus amigos. Yo estaba distraída, construía palabras, una frase, un saludo para saber su nombre cuando en eso volteo y ¡ya no estaba! ¡Puta madre! ¿En qué momento desapareció? Juro que no sé, fue cuestión de segundos, fue nada, se teletransportó. Les digo que es un fantasma. Pero sinceramente me caga la idea de esperar hasta Junio para saber si existe o me la estoy imaginando. Sólo tengo una pista: el lugar que ha mencionado las dos últimas veces que casi casi escuché su voz.