el perro rasta

Hoy no iba a postear porque no tengo nada qué decir y, porque, para variar, ando de malas. No tiene nada que ver con el puto concierto del que todavía me acuerdo. Sino que tengo un poco de tos y me pica la garganta, y como soy una exageradita ando de malas nada más por eso y un problema que tuve en el trabajo. Estaba muy encabronada, saqué la libreta de los desahogos y ya después me sentí un poco mejor. Justo cuando estaba en el trance de liberación (ese cuando te quedas viendo, apendejada, hacia un punto en concreto después de desatar la ira) miré hacia la puerta y que veo pasar al perro rasta. No pude evitar sonreír y me hizo el día.
-

El perro rasta es un perrito french que en su infancia debió de ser blanco. Ahora es gris. Tiene los pelos tiesos, nudosos, quizás nunca lo han bañado, seguramente sólo conoce el agua que entra en su boca, y la única vez que la sintió en el cuerpo debió ser por la lluvia. De lejos parece un trapeador percudido caminando por la calle. Debe de sentirse incómodo tan sucio, y esas rastas definitivamente le deben dar comezón o pesar, (ni hablemos del olor) pero si vieran la cara de felicidad que tiene, es contagiosa. Supongo que es vagabundo. Pero es muy feliz, no se le ve enfermo, ni triste, ni hambriento, ni flacucho, al contrario. Si no tuviera esas rastas se podría decir que es un perro sano.
-
La cosa es que he visto al perro rasta unas cuatro veces desde que estoy aquí. Y siempre cuando hace un calor de la chingada (hoy hace mucho sol) y siempre justo en el momento en el que me siento mierda. Así es, estoy encabronada, me siento mierda y de pronto *prin* como envidado del cielo pasa el perro rasta y me presume su felicidad. Por tal motivo hay que deducir que ver pasar al perro rasta no es algo común, es como el paso de un cometa, por lo que cuando lo veo –de sorpresa- es una onda así de: ¡Oh, God, el perro rastra, I cant Believe it! Camina riéndose y se va. Ni si quiera me ha mirado alguna vez. ¿Ahora comprenden por qué le tengo cariño al perro rasta? ¡Qué felicidad la suya! Al verlo dejé el enojo y salí a la calle, él se quedó en la placita de enfrente revolcándose en la basura, no le interesó nada del menú y se fue a vagabundear. Yo me quedé viéndolo desde la banqueta y cuando la bola grisácea llena de pelos feos se perdió en la calle entre los coches y botes de basura, regresé al trabajo…de buen humor, of course.