"Al menos finjamos que nos despedimos"
Clementine, Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos
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Le llamé dos veces. Por una parte porque el sentirme abandonada siempre dispara mis focos rojos y en otra por el sentimiento de al menos saber que hice cuanto estuvo a mi alcance. Cuando finalmente me contestó, ayer a las cinco y media, me dejó claro que es mejor un tiempito porque eso a ella le pone mal. Acepté, es lo que quiere y lo respeto. Pero al mismo tiempo fue así como una cachetada con guante blanco porque reconozco en su actitud acciones que yo he llevado (y llevo) acabo. Huir de las presiones, decepciones, y el dolor. Y creo que estaba más encariñada con ella de lo que yo creía. Ahora me doy cuenta.
Nos conocimos sorpresivamente. En el peor mes del año, en un día en el que me sentía mierda total, agotada mental y físicamente. Y fue la primer palabra que dijo la que me hizo reír. Su iniciativa. Había algo en ella que me escandalizaba: su despreocupación. Nada es tan serio para ella, nada le importa realmente, no se bajonea por cualquier cosa (contrario a mi voluble carácter) siempre una broma, siempre una sonrisa, confiar en todos, platicar con todos, alocada, gritona, expresiva, acelerada, siempre ese jodido optimismo que me dejaba toda pendeja porque mi vida se caía a pedazos ese puto mes. Nada más los payasos están así. Coqueteaba sin ser vulgar ni mujerzuela. Como con chispa. Y, ya, tengo que reconocer de una vez por todas que las mujeres con fuerte energía masculina me ponen. Me lo había negado, lo acepto. Si tienen cabello corto, algo masculino sin ser masculino, you know, me ponen. Y yo me hacía pendeja porque mi estupida meta es: quiero tener amigas sin romance de por medio. Y se me acercaba y sentía lindo pero me hacía la pendeja. Íbamos en su coche escuchando música y me hacía la pendeja hablando sobre el tráfico de Constitución. Y me hice pendeja porque me gustaba físicamente, me atraía pero no quería pensarla así. Yo no quiero novia, no me siento bien y pienso en alguien más. Y me hice pendeja. Y le confié mis rollos, y ella me seducía, lo hacía a cada rato ¡qué necesidad! Y me miraba de esa forma, y me ponía sobrenombres, y yo me hice pendeja.
Y yo insito en que el amor me pone mal. Y ella insistía en que el amor es algo maravilloso que hay que creer en él. Y que me suelta que tengo algo, que le gusto, que le atraigo, que pensaba de más en mi y yo pienso que con eso ya se jodió todo, adiós amiga sin romance, adiós complicidad desinteresada. Y hago el intento porque eso no interfiera, le cuento de que pienso en alguien, le cuento la historia, y eso la reta y se pone heavy, y nos estresamos y nos peleamos y me siento qué no sé que hacer porque me gusta su alegría, sus conversaciones cinéfilas, sus postales, su onda alternativa intelectualoide, sus grupos indies, su vida bohemia, de artista, su gusto de artista, sus pinturas (yo intenté pintar a mis 20's) sus intentos de videos, sus planes de irse a Los Ángeles a probar suerte en la producción. Y yo me quiero largar, y de chava quería trabajar en cine y escribía guiones como hobby. Y trato de retenerla deciéndole que podemos ser amigas y se pone necia, como descontrolada y nos besamos y me detengo y le digo no, con rigor, con fuerza para no hacernos daño. Y la cosa se pone mal. Y termina la historia. Me pide tiempo, se lo doy, porque sé hacer esos trucos, porque yo hago lo mismo, pero ahora sé lo que se siente estar del otro lado. Así que respeto. ¿Y qué pasa ahora? Que me quedo como el niño al que le han quitado el regalo de navidad. Que me caga emocionarme, abrir el corazón, dar la bienvenida y que lo dejen abierto. Que yo antes tenía un muro de concreto y en él no dejaba entrar a nadie, primero muerta que decir quédate ese me lo bajo un poco K. Pero siento que estoy construyendo una mini bardita preventiva de nuevo. Y esa es la conclusión de una convivencia de dos meses y medio. Y creo que voy a extrañar mucho su alegría desenfrenada, su pésima redacción y sus mensajitos en Internet que siempre me hacían sonreír. Y escribo de ella porque ya es cosa incierta, porque si es como yo, no regresa. Y porque siempre he escrito posts de las personas de mi vida. Necesitaba uno para desahogar. Y porque sé que ella es alegre por naturaleza, por lo tanto necesito ser optimista también y memorizar que fue bueno mientras duró.
Nos conocimos sorpresivamente. En el peor mes del año, en un día en el que me sentía mierda total, agotada mental y físicamente. Y fue la primer palabra que dijo la que me hizo reír. Su iniciativa. Había algo en ella que me escandalizaba: su despreocupación. Nada es tan serio para ella, nada le importa realmente, no se bajonea por cualquier cosa (contrario a mi voluble carácter) siempre una broma, siempre una sonrisa, confiar en todos, platicar con todos, alocada, gritona, expresiva, acelerada, siempre ese jodido optimismo que me dejaba toda pendeja porque mi vida se caía a pedazos ese puto mes. Nada más los payasos están así. Coqueteaba sin ser vulgar ni mujerzuela. Como con chispa. Y, ya, tengo que reconocer de una vez por todas que las mujeres con fuerte energía masculina me ponen. Me lo había negado, lo acepto. Si tienen cabello corto, algo masculino sin ser masculino, you know, me ponen. Y yo me hacía pendeja porque mi estupida meta es: quiero tener amigas sin romance de por medio. Y se me acercaba y sentía lindo pero me hacía la pendeja. Íbamos en su coche escuchando música y me hacía la pendeja hablando sobre el tráfico de Constitución. Y me hice pendeja porque me gustaba físicamente, me atraía pero no quería pensarla así. Yo no quiero novia, no me siento bien y pienso en alguien más. Y me hice pendeja. Y le confié mis rollos, y ella me seducía, lo hacía a cada rato ¡qué necesidad! Y me miraba de esa forma, y me ponía sobrenombres, y yo me hice pendeja.
Y yo insito en que el amor me pone mal. Y ella insistía en que el amor es algo maravilloso que hay que creer en él. Y que me suelta que tengo algo, que le gusto, que le atraigo, que pensaba de más en mi y yo pienso que con eso ya se jodió todo, adiós amiga sin romance, adiós complicidad desinteresada. Y hago el intento porque eso no interfiera, le cuento de que pienso en alguien, le cuento la historia, y eso la reta y se pone heavy, y nos estresamos y nos peleamos y me siento qué no sé que hacer porque me gusta su alegría, sus conversaciones cinéfilas, sus postales, su onda alternativa intelectualoide, sus grupos indies, su vida bohemia, de artista, su gusto de artista, sus pinturas (yo intenté pintar a mis 20's) sus intentos de videos, sus planes de irse a Los Ángeles a probar suerte en la producción. Y yo me quiero largar, y de chava quería trabajar en cine y escribía guiones como hobby. Y trato de retenerla deciéndole que podemos ser amigas y se pone necia, como descontrolada y nos besamos y me detengo y le digo no, con rigor, con fuerza para no hacernos daño. Y la cosa se pone mal. Y termina la historia. Me pide tiempo, se lo doy, porque sé hacer esos trucos, porque yo hago lo mismo, pero ahora sé lo que se siente estar del otro lado. Así que respeto. ¿Y qué pasa ahora? Que me quedo como el niño al que le han quitado el regalo de navidad. Que me caga emocionarme, abrir el corazón, dar la bienvenida y que lo dejen abierto. Que yo antes tenía un muro de concreto y en él no dejaba entrar a nadie, primero muerta que decir quédate ese me lo bajo un poco K. Pero siento que estoy construyendo una mini bardita preventiva de nuevo. Y esa es la conclusión de una convivencia de dos meses y medio. Y creo que voy a extrañar mucho su alegría desenfrenada, su pésima redacción y sus mensajitos en Internet que siempre me hacían sonreír. Y escribo de ella porque ya es cosa incierta, porque si es como yo, no regresa. Y porque siempre he escrito posts de las personas de mi vida. Necesitaba uno para desahogar. Y porque sé que ella es alegre por naturaleza, por lo tanto necesito ser optimista también y memorizar que fue bueno mientras duró.