en nuestros días

Hoy tuve mi reencuentro con la doctora L. Yo no quería ir pero ya no podía estar cancelando porque uno de mis planes es madurar, y eso consiste en hacerme responsable de mis momentos de locura y rebeldía. Iba un tanto nerviosa y resignada, como cuando reconoces que no estudiaste ni madres y que seguramente puedes pasar a segunda oportunidad. Pero por suerte al verme entrar con cara compungida, quizá desgastada por decirme lo mismo de siempre, solamente escuchó mi versión del porqué me había ausentado y me animó a continuar.

Ayer de plano me dieron ganas de colgarle el teléfono, estaba realmente desesperada. Hay días en los que no estás de humor, algo en el ambiente te tiene fastidiada, sólo piensas en acomodarte en la cama y buscar algo para ver en la televisión, perder el tiempo, no pensar, no reflexionar, nada, vegetar con las imágenes. Y no había nada en la programación que fuera interesante. Entonces llama precisamente para hablarme de mis puntos negativos en respuesta a la ayuda que le pedí.


Hoy no quiero hablar de mis cosas negativas, le dije, pero me contestó que sólo iba a ser breve y esa brevedad nos llevó casi dos horas en las que mínimo treinta minutos le invertimos discutiendo, acalorados, un punto suyo, algo que me caga mucho de su persona, y que en su necedad tampoco quería aceptar.

Yo me metí en ese asunto por andar de preguntona y solicita, pero realmente me dieron ganas de ser la mujer más perra, hiriente, mamona, sarcástica y grosera del mundo. Quizá sólo llegué al grado de hiriente y mamona pero pude haber dicho muchas cosas más, cosas feas, que sé que como ya almacenó en su cabeza y en su corazón, un día de estos me lo echará en cara otra vez. Lo peor es que no me siento culpable de nada. Y no sé si sea bueno o malo o simplemente es.