Hoy sucedió una cosa bien, pero bien, rara. Iba caminando en el centro comercial al que fuimos a comer, y en el primer piso está Saharis, la tienda de discos donde ponen la música (casi siempre trance, reggaeton y ondas así para mover los pies e impacientarte) siempre a un volumen muy alto. Nosotros íbamos subiendo las escaleras eléctricas rumbo a Sears cuando la música llena de beats cedió el paso a una canción argentina, una canción que no se debe de escuchar aquí porque nadie la conoce, nadie, más que yo.
Se trataba de un grupo llamado Ella es tan cargosa o la cargosa, bueno, nunca me aprendí el nombre, lo impresionante no es eso sino la canción porque es relativamente vieja, una canción que me dedicaron. Me quedé paralizada, sentí como un torrente de energía recorría mi espina dorsal y se me ponía china la piel.
Les dije que le siguieran que yo los alcanzaba y me quedé de pie en el barandal escuchando la canción que no debe de sonar en mi cuidad, quizá vayan a vender el disco, no sé. Pero me sentí triste y me dieron ganas de llorar, lloré tratando de que no se me notara porque me acuerdo de algo y porque la extraño. Y porque a veces entiendo lo que hago y a veces no. Sé que soy adicta al apego, me apego a las personas y cuando siento que las estoy defraudando me estreso mucho, me angustio, eso es un problema a la hora de relacionarte porque por lo regular viene la posesión, los celos, la envidia, el poder. Soy una persona demasiado, exageradamente sentimental tanto que evito decirlo porque siento que les doy armas para un posible ataque.
¿Ataque? ¿De qué? No sé, pero es mi paranoia. Por regla general cuando algo me duele no hablo de eso, pero como resultado me acostumbré a no hablar, quizá para evitar que me hicieran sentir. Sentir bien, sentir mal, las dos cosas son lo mismo. Amorcoholicos, les llaman, hay una línea muy sutil entre saber poner límites para disfrutar el amor sin culpas ni temores, sobre todo temores a perder lo querido. Y me quedé ahí, llorando y respirando hondo, acordándome de sus letras en negrita que es lo único que yo misma dentro de mi paranoia me he permitido tener.
Se trataba de un grupo llamado Ella es tan cargosa o la cargosa, bueno, nunca me aprendí el nombre, lo impresionante no es eso sino la canción porque es relativamente vieja, una canción que me dedicaron. Me quedé paralizada, sentí como un torrente de energía recorría mi espina dorsal y se me ponía china la piel.
Les dije que le siguieran que yo los alcanzaba y me quedé de pie en el barandal escuchando la canción que no debe de sonar en mi cuidad, quizá vayan a vender el disco, no sé. Pero me sentí triste y me dieron ganas de llorar, lloré tratando de que no se me notara porque me acuerdo de algo y porque la extraño. Y porque a veces entiendo lo que hago y a veces no. Sé que soy adicta al apego, me apego a las personas y cuando siento que las estoy defraudando me estreso mucho, me angustio, eso es un problema a la hora de relacionarte porque por lo regular viene la posesión, los celos, la envidia, el poder. Soy una persona demasiado, exageradamente sentimental tanto que evito decirlo porque siento que les doy armas para un posible ataque.
¿Ataque? ¿De qué? No sé, pero es mi paranoia. Por regla general cuando algo me duele no hablo de eso, pero como resultado me acostumbré a no hablar, quizá para evitar que me hicieran sentir. Sentir bien, sentir mal, las dos cosas son lo mismo. Amorcoholicos, les llaman, hay una línea muy sutil entre saber poner límites para disfrutar el amor sin culpas ni temores, sobre todo temores a perder lo querido. Y me quedé ahí, llorando y respirando hondo, acordándome de sus letras en negrita que es lo único que yo misma dentro de mi paranoia me he permitido tener.