Las peleas físicas entre los hombres me emocionan y me dan risa al mismo tiempo. Hoy me acordé de la primer pelea que me dio miedo. Fue en un xv de una vecina. Nuestra mesa estaba alejada del salón, estábamos en la zona de vecinos, lejos de familiares, el salón era grande, de esos con escaleras ostentosas para que las quinceañeras y las novias bajen bien poéticamente. Yo tendría por aquel entonces la tierna y frágil edad de los 8 años. Apenas estaban sirviendo el banquete después de una larga espera de cumbias. El mesero con la charola estaba justamente dos mesas delante de la de nosotros cuando a lo lejos se oyeron gritos y alcanzamos a ver dos señores vaqueros pegándose a puños.
Se hizo la clásica bola de gente alrededor, pararon la música y sólo escuchábamos los gritos de las mujeres (como siempre) esposas de los peleoneros tratando de detener aquello. Yo me puse frik, me asusté y salí corriendo del salón (en ese entonces veía muchas películas de cine mexicano de los Alamada, peleas, balas) mi papá salió corriendo detrás de mi entonces le ordenó a mi hermano que nos íbamos porque yo había hecho una “escena” y mi mamá salió de aquel salón toda histerica porque ya estaban sirviendo la cena y para ella la comida siempre ha sido imperdonable y tenía mucha hambre.
Nos metimos en el coche mientras mi papá gritaba: "¡que fiesta tan vulgar, rancheros!" y mi mamá le gritaba lo de la cena. Llegamos a hacernos un huevo frito, pero eso sí, con vestido de fiesta. En el salón de clases cuando se peleaban los niños era una cosa extraordinaria, me gustaba ver como se les ponía la cara roja, llenos de cólera, se aguantaban las ganas de llorar.
Se jalaban primero de la camisa, desfajandose, luego, agarrados con las mangas se empujaban de un lado a otro de las filas, arrastrando lo que había a su paso. Las niñas gritaban molestas porque los útiles salían volando al piso, incluyendo las mochilas, los lápices y los bancos. Y yo estaba feliz. Los niños gritaban apoyando a su gallo mientras que siempre había una niña chismosa que salía a buscar a la profesora. Desde entonces las peleas entre hombres me ponen nerviosa y me dan risa. Las de las mujeres no, esas me ponen bien histérica.
Se hizo la clásica bola de gente alrededor, pararon la música y sólo escuchábamos los gritos de las mujeres (como siempre) esposas de los peleoneros tratando de detener aquello. Yo me puse frik, me asusté y salí corriendo del salón (en ese entonces veía muchas películas de cine mexicano de los Alamada, peleas, balas) mi papá salió corriendo detrás de mi entonces le ordenó a mi hermano que nos íbamos porque yo había hecho una “escena” y mi mamá salió de aquel salón toda histerica porque ya estaban sirviendo la cena y para ella la comida siempre ha sido imperdonable y tenía mucha hambre.
Nos metimos en el coche mientras mi papá gritaba: "¡que fiesta tan vulgar, rancheros!" y mi mamá le gritaba lo de la cena. Llegamos a hacernos un huevo frito, pero eso sí, con vestido de fiesta. En el salón de clases cuando se peleaban los niños era una cosa extraordinaria, me gustaba ver como se les ponía la cara roja, llenos de cólera, se aguantaban las ganas de llorar.
Se jalaban primero de la camisa, desfajandose, luego, agarrados con las mangas se empujaban de un lado a otro de las filas, arrastrando lo que había a su paso. Las niñas gritaban molestas porque los útiles salían volando al piso, incluyendo las mochilas, los lápices y los bancos. Y yo estaba feliz. Los niños gritaban apoyando a su gallo mientras que siempre había una niña chismosa que salía a buscar a la profesora. Desde entonces las peleas entre hombres me ponen nerviosa y me dan risa. Las de las mujeres no, esas me ponen bien histérica.